no juzgueis

No juzguéis para que no seáis juzgados

Hay cristianos que dicen que debemos juzgar y otros que no. A menudo he oído que no debemos juzgar a nadie en el sentido de que no debemos reprender o denunciar a ninguna persona que esté haciendo las cosas mal, sino que debemos solamente “orar” y esperar el juicio final para que Dios se encargue. Una actitud que puede considerarse escapista pues el mal no es erradicado, pero vamos, ¡Jesús dijo que “no hay que juzgar!”

Quienes piensan de este modo citan Mateo 7:1 que dice “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, o también Romanos 14:13. Sin embargo, en la Biblia encontramos otros textos que señalan que sí debemos juzgar (Juan 7:24; 1 Cor.2:15), ¿Contradicción? Claro que no, pues todos los textos se enmarcan en su respectivo contexto y se refieren a situaciones distintas.

1.- Primero que todo, ¿Qué es juzgar?

Según el diccionario de la RAE, “juzgar” se puede definir como:

  1. Dicho de la persona que tiene autoridad para ello: Deliberar acerca de la culpabilidad de alguien, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar lo procedente.
  2. Formar opinión sobre algo o alguien.

En el primer caso, el juzgamiento se aplica a la figura de un juez, el cual tiene autoridad para deliberar sobre la situación de un inculpado y puede dictar una condena. En la Biblia, hay un sólo juez que define la sentencia de los hombres para la eternidad, y ese es Dios. Nosotros en ningún caso podemos juzgar a una persona para determinar una sentencia sobre su destino eterno, es decir, nosotros no estamos facultados para “enviar al infierno” no “enviar al cielo” a nadie. Esto respecto al juicio eterno, pero hay otras situaciones en las que sí estamos facultados como Iglesia para sentenciar o condenar falsas doctrinas, malas prácticas, e incluso personas en caso de expulsión.

En el segundo caso tenemos algo más cotidiano que se refiere al uso de nuestra opinión respecto a alguna persona o cosa. Por ejemplo, cuando decimos “Este hombre es de confianza”, estamos haciendo un juicio de opinión positivo respecto una persona. La Biblia no prohíbe esta práctica, de hecho, es necesario hacerlo para detectar a los lobos rapaces y falsos maestros (Mateo 7:15-16; 2Cor.11:13; 2Pedro 2:1; Apocalipsis 2:2). Así y todo, no es llegar y juzgar a la ligera, sino que hay que hacerlo con justo juicio (Juan 7:24).

2.- ¿Se puede juzgar según la Biblia?

Si nos vamos a las Escrituras, encontraremos evidencia suficiente como para determinar que el juzgamiento no es un pecado, sino que es algo que llega a ser incluso necesario para la Iglesia. Para comenzar, veremos algunos versículos bíblicos que algunos han interpretado como pruebas en contra de esta práctica:

2.1. No juzguéis, para que no seáis juzgados (Mateo 7:1, Lucas 6:37)

Si leemos todo el capítulo 7 de Mateo, nos daremos cuenta de que el texto no se refiere a no juzgar nunca nada, sino que enseña que no debemos juzgar cuando estemos con el mismo pecado. Esto queda claro al leer los versículos 3 al 5, en donde se ilustra esta enseñanza con el ejemplo de “la paja en el ojo ajeno” pues el que tiene una viga en su propio ojo no debe juzgar a su hermano que tiene una paja en el suyo. En resumen, este texto nos enseña que no debemos juzgar a otros en caso de que seamos culpables del mismo pecado, es decir, con un juicio hipócrita.

2.2. No nos juzguemos más los unos a los otros (Romanos 14:13)

El texto no señala que no debemos juzgarnos por cualquier motivo, sino específicamente en el caso de encontrarnos con situaciones de no mucha importancia que van ligadas a la cultura de cada cual o de opiniones personales sobre temas bíblicos no fundamentales. Por ejemplo, se menciona el caso de las comidas, días sagrados, etc., los cuales están sujetos a la conciencia de cada uno de los creyentes, y que por ello ninguno tiene el derecho de juzgar a otro hermano porque no come lo que él cree que se debe comer, o porque no consagra los mismos días que él consagra.

“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Romanos 14:13)

En este tipo de cosas existe libertad de criterio, y por ello no hay juicio que valga para reprender a nadie, sino que la Biblia nos manda a “no contender sobre opiniones” (vers. 1). En ningún caso el texto prohíbe juzgar asuntos de mayor trascendencia.

2.3. ¿Quién eres para que juzgues a otro? (Santiago 4:11-12)

Para condenar a cualquiera que se atreva a juzgar a otro, se recurre también a este texto que encontramos en Santiago:

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11-12)

Si hemos leído bien ambos versículos, nos daremos cuenta que el centro del mensaje se refiere al tema de la murmuración. Cuando alguno murmura de su hermano y lo juzga a sus espaldas, está siendo injusto, y no hace otra cosa que sembrar la duda sobre la reputación de su hermano, sin darle a este la posibilidad de defenderse. En este contexto, si juzgamos a otros a espaldas de ellos mismos, y murmuramos, nuestro juicio es injusto.

3.- El problema del juzgamiento

El tema del juicio influye en la Iglesia, se practique o no se practique, lo crean lícito o ilícito. Veamos por qué:

3.1. El juicio entendido como pecado (no se practica)

Cuando la Iglesia llega a la conclusión de que no hay que juzgar, se queda sin mecanismos para implementar disciplina entre sus miembros, ni defensas contra lobos rapaces que se infiltren en medio del rebaño, pues si no hay juicio, tampoco hay reprensión ni corrección. La congregación que no aplica discernimiento ni juicio va en camino a la apostasía y a su destrucción.

Veamos un ejemplo recurrente ¿Qué pasa cuando el pastor de una iglesia pierde la orientación espiritual y cae en apostasía? ¿Qué pasa si le enseña a apostatar a todo su pueblo? ¿Qué pasa cuando le entra la avaricia y empieza a estafar a los miembros de su iglesia? Casos hay muchos, y lamentablemente son pocos los que se atreven a dirigirle la palabra a ese líder con tal que corrija su camino. Entonces, ante casos como estos ¿Es necesario discernir si está bien o mal (juzgar) lo que hacen los líderes de este tipo de iglesias? Y si juzgamos que la cosa va mal ¿Es necesario reprender con mansedumbre al que está guiando a todos por un camino incorrecto? Y una última pregunta ¿Qué ocurre si nadie juzga?

3.2. El juicio entendido como lícito y necesario (sí se practica)

Si nos vamos al otro extremo, podemos ver que hay casos en los cuales se hace un uso desmedido y abusivo de esta facultad haciendo juicios injustos a la ligera (sin pruebas concretas) por medio de la murmuración. Realmente llega a ser impresionante la facilidad que tienen algunos para difamar a sus hermanos en la fe, y lo peor es que muchas veces lo que dicen no tiene ninguna prueba fidedigna. La única “prueba” que se suele manejar no es otra cosa que “me lo dijo tal persona, la cual lo supo de otro al cual también le contaron…”.

Otro mal uso del juicio es cuando algunos se obsesionan tanto con el tema, que hacen del juicio su estilo de vida, llegando a preocuparse hasta del más mínimo detalle con tal de denunciar “apostasías” donde en realidad no las hay. Viven mirando a los otros, pero no así a ellos mismos. Unos verdaderos fariseos modernos. Esto también es injusto y un problema que debe ser corregido. Este problema se da con frecuencia en iglesias de estilo conservador y legalista.

4.- Ejemplos bíblicos de juzgamiento

Ejemplos bíblicos que avalan la práctica del juicio (justo juicio) hay muchos, pero mencionaremos sólo dos:

4.1. Pablo condena el actuar de Pedro públicamente

“Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:11-14)

En este pasaje bíblico, el apóstol Pablo discierne el incorrecto actuar del apóstol Pedro (sí, Pedro), y juzgó tal hecho como digno de reprobación y hasta “de condenar”. Es así como vemos a Pablo reprendiendo duramente a Pedro en público, y eso que Pedro era uno de los grandes líderes de la Iglesia. ¿Cómo se tomaría una escena como esta en estos tiempos? Sin duda más de alguno diría que Pablo no tuvo amor, que fue muy juzgón, etc. Lo cierto es que su comportamiento fue el correcto, ya que todos los presentes también fueron corregidos de lo que el mismo Pedro les estaba incitando con su falta. Pregunta ¿Qué hubiese ocurrido con Pedro y todos los que con él estaban si Pablo no condenaba la situación?


4.2. Natán reprende al rey David

“Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón.” (2 Samuel 12:7-9)

Acá vemos un ejemplo del Antiguo Testamento en donde el mismísimo rey de Israel, el ungido de Dios, el gran David es reprendido por un siervo de Dios llamado Natán. En estos tiempos cuando un siervo de Dios se atreve a reprender a un líder de la iglesia al tal se le acusa de “irse contra el ungido”. Pues bien, acá vemos que Natán, a pesar de juzgar y reprender con dureza a David, nos damos cuenta que esto fue completamente necesario ya que David se arrepintió de su pecado y se volvió a Dios. Pregunta ¿Qué hubiese ocurrido con David y todo el reino si Natán no condenaba la situación?

5.- Conclusión

La práctica del juicio no es mala ni tampoco un pecado, siempre y cuando se haga un uso correcto del mismo, es decir, como Dios manda a través de la Biblia. Si vamos a juzgar algo, siempre debemos hacerlo con misericordia, justicia y con todas las evidencias necesarias.

El juicio como herramienta es completamente necesario y útil para resguardar al rebaño de lobos rapaces, o bien para aplicar disciplina. ¡Pero ojo con los excesos!

Por lo general, el hombre se resiste al juicio cuando es pronunciado contra él. Cuando alguien lo reprende, tiende a reaccionar con un abierto rechazo, tal como fue rechazado Lot por los habitantes de Sodoma y Gomorra (Génesis 19:9), o Moisés cuando increpó a un hebreo que maltrataba a otro (Éxodo 2:13-14). No nos desanimemos si nos hallamos en esta situación, antes debemos asumir que somos seres falibles y la corrección es buena medicina.

En lo cotidiano, a veces juzgamos a un hermano por que alguna de sus actitudes o hechos no nos parecieron bien del todo, y cuando se comparte esa opinión con otros sin el implicado presente, acarrea murmuración. Lo que se hace en estos casos es hablar directamente con el hermano (Mateo 18:15) y evitar la murmuración. Por esto y por mucho más se debe hacer uso del juicio de una manera prudente y justa.

Sobre la manera de aplicar un justo juicio, hay mucho que decir. Por ahora lo dejaremos hasta aquí, a ver si en otra publicación seguimos tratando este interesante tema.

Dios te bendiga

La leche espiritual

leche-espiritualEn el artículo anterior, vimos el tema de la enseñanza fundamental que debe estar presente antes que toda otra enseñanza bíblica, con el fin de que un cristiano se pueda formar exitosamente en el camino del evangelio. Esta enseñanza se refiere a la doctrina de la gracia y la salvación.Ahora, si el cristiano ya tiene éste fundamento, se debe seguir construyendo, y para ello vamos a tomar el enfoque de un bebé que necesita ser alimentado, por lo cual, el elemento que viene después del fundamento de la salvación es la leche espiritual.

Cómo todos sabemos, los niños en sus primeros días de haber nacido, no están preparados para recibir alimento sólido, ya sean legumbres, carne, etc., sino, sólo deben beber leche maternal. Si éste niño no recibe leche, padecerá desnutrición con consecuencias fatales o de gravedad cuyas secuelas puedan perdurar para toda la vida.

Así como en el caso de los bebés, los cristianos cuando viven sus primeros días desde su nuevo nacimiento, deben desear y tomar leche espiritual, la cual debe ser no adulterada. Esta leche espiritual cumplirá la misión de hacer crecer para salvación a todo cristiano en sus primeros días, hasta que alcanzando madurez, puedan acceder a alimentarse con alimento sólido.

¿Y cuál es la leche espiritual?

Es toda enseñanza bíblica que trate de fundamentos básicos de la fe en cristiana, como por ejemplo, las doctrinas “del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno” (Hebreos 6:1-2). Todos estos temas se suponen deberían estar claros para todo cristiano que se considere maduro.

Después de la leche espiritual, el cristiano que ha crecido, debe comer alimento sólido, el cual se compone por enseñanzas no fundamentales o básicas, pero muy importantes para el desarrollo de su vida espiritual. En ésta categoría podemos encontrar enseñanzas que tocan muchos temas que son difíciles de asimilar para inexpertos, como el ecumenismo, los problemas de la iglesia en la era actual, la apologética cristiana, etc.

La actitud del recién convertido

El recién convertido debe tener una actitud de anhelo por la palabra de Dios, y centrarse en temas fundamentales de la fe, para luego pasar a los más complejos, o bien, secundarios. Así lo declara el apóstol Pedro:

“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.” (1 Pedro 2:1-3)

Nótese que la leche que el nuevo converso debe desear es una leche no adulterada, es decir, que no admite elementos extraños, como lo son por ejemplo, las diversas interpretaciones bíblicas erradas.

Evitando la leche adulterada

Para beber leche no adulterada, la mejor recomendación que podría hacerle a un nuevo cristiano es que lo primero que debe leer es la Biblia, y ésta, con oración, y sin ideas preconcebidas. Primeramente leer la Biblia en toda su pureza, y luego otros libros de teología, opiniones de otras personas, Internet, etc.

Es relativamente fácil inducir a un individuo a creer lo que uno quiere que crea, aún con Biblia en mano, aunque aquella enseñanza esté alejada de la verdad. Muchas personas leen la Biblia por primera vez, pero con ideas preconcebidas que le harán leer “gato”, aún cuando sus ojos vean “perro”. De ésta manera puede entrar fácilmente la adulteración en la leche de los lactantes espirituales, los cuales se verán expuestos a crecer con serios problemas de salud, y eso es notable en la vida de muchos religiosos que viven en una mentira.

Por lo tanto, al leer la Biblia, lo mejor que podemos hacer es un “formateo” de nuestro entendimiento preconcebido de lo que vamos a leer, y disponernos para recibir puramente lo que viene de parte de Dios, pero eso sí, con oración para no caer en el truco de “la interpretación a mi manera”. Luego vendrán las consultas a otros medios, pero no antes.

¿Para quién es la leche espiritual?

Está claro que la leche espiritual es para los recién convertidos, para aquellos que requieren comprender las enseñanzas fundamentales de nuestra fe.

¿Para quién NO es la leche espiritual?

La leche es sólo para los que han nacido de nuevo. Los que aún no reciben a Cristo, o los que dicen ser cristianos pero aún siquiera se han bautizado, simplemente aún no existen como nueva criatura ni tienen fundamento sobre el cual edificar. Por lo tanto, la leche no es para los que no han nacido de nuevo.

Por otro lado, los cristianos que ya llevan tiempo en el Evangelio y que ya tienen el fundamento claro y establecido, para su crecimiento ya no pueden seguir bebiendo leche, sino que deben comer alimento sólido.

¿Cómo saber si somos capaces de participar del alimento sólido? Simplemente comprobando que tan sólido es nuestro fundamento y si en la práctica podemos soportar el rigor del alimento sólido. Hay muchos que no soportan una buena y fuerte predicación, con palabras directas y enseñanza sin temores. Aquellos no son aptos ni han alcanzado madurez.

El apóstol Pablo reprochó a los corintios por su incapacidad de recibir enseñanzas del tipo “alimento sólido”, pues ya llevaban mucho tiempo y se involucraban en peleas infantiles entre ellos. Así lo expresó:

“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?” (1 Corintios 3:1-4)

Si alguno lleva mucho tiempo en el evangelio, y aún no puede asimilar un buen plato de legumbres espirituales (como por ejemplo, el tema del ecumenismo), es considerado “inexperto en la palabra”, incapaz de discernir entre el bien y el mal:

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos 5:12-14)

Y es necesario que crezcamos, una vez teniendo claras las enseñanzas básicas, dejando de darnos vueltas en ello para avanzar en más temáticas:

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.” (Hebreos 6:1-2)

Problemas en el crecimiento

Pongámonos en el caso de padres; ahora ¿Qué pasaría con nosotros si vemos que han pasado cinco años y nuestro hijo sigue siendo un bebé? ¿Nos preocuparíamos? Claro que sí. De la misma manera debe preocuparnos si vemos que los miembros de la iglesia de Cristo presentan casos de anomalías en cuanto a crecimiento, pues, espiritualmente debemos vernos al espejo de la Palabra de Dios y darnos cuenta de nuestro tamaño real delante de Dios. ¿Hemos crecido?

Por otro lado, muchos crecen en altura, pero son raquíticos, espiritualmente hablando. Esto también es un problema clásico con los cristianos que pasan de la leche al alimento chatarra o light, en vez del sólido.

El deber del enseñador

Es importante la labor de la persona que le enseñe al recién convertido, pues éste necesita que alguno más experimentado le guíe por el evangelio, como una madre que da de amamantar a sus hijos. Primero es la leche, después el alimento sólido. Jamás se le debe dar a una persona inexperta alimento sólido que lo pueda hacer decaer, pues puede tener el mismo efecto que en un bebé que coma porotos.

El enseñador debe estar atento al crecimiento de su hijo espiritual, pues éste debe crecer y desarrollarse hasta que pueda valerse por sí mismo, o más bien dicho, hasta que sepa valerse exclusivamente de Dios.

Conclusión

Debemos hacer las cosas en orden. Primero, tomamos leche, y después dejamos la mamadera para comer alimento sólido. Si realizamos nuestra vida espiritual en éste orden, creceremos sanos y fuertes. Si no lo hacemos así, desarrollaremos problemas de trastornos en el crecimiento, y enfermedades espirituales que nos pueden dejar en el camino.

Cada uno debe analizarse en cuanto a su crecimiento espiritual, y revisar qué está comiendo, ya sea, leche, alimento sólido, chatarra, o light.

Pregunta al cierre: ¿Hemos crecido?

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Como cristianos, somos responsables de transmitir lo que de gracia nos fue dado: Las buenas noticias del Cristo (Evangelio). De buenas noticias hay muchas dentro del evangelio: El Dios sanador, de milagros, que ayuda, etc.… pero lo más importante, lo fundamental de la buena noticia es la salvación gratuita para los perdidos, esto es, la doctrina de la gracia y salvación.Por lo tanto, partiendo desde aquella enseñanza fundamental, podemos partir la construcción de un edificio espiritual, ya seamos nosotros mismos, u otros a los cuales les estemos compartiendo la palabra de Dios.

Sin embargo, al compartir la palabra de Dios a los perdidos, muchas veces partimos desde otras enseñanzas secundarias que son muy buenas y aún bíblicas, sin embargo, no fundamentales. Por ejemplo, enseñar sobre las profecías del último tiempo es algo apasionante y puede entusiasmar a más de alguno, sin embargo, si este individuo novato no tiene fundamento, su entusiasmo profético no pasará a ser más que conocimiento vano, y su vida no sufrirá conversión alguna, y por lo tanto, no será salvo.

Del mismo modo, llama la atención que en diversos grupos de jóvenes cristianos, se enseña mucho sobre cuestiones no fundamentales, dirigiendo exhortaciones hacia temas como el desarrollo personal, la autoestima, el noviazgo, el trato hacia los padres, etc. Y todas estas exhortaciones son muy válidas y útiles, sin embargo, no son un buen punto de partida para aquellos que aún no son salvos.

He podido observar que en los jóvenes que han recibido enseñanzas secundarias sin poseer fundamento alguno, aquellas enseñanzas no pasan de la teoría, ya que en la práctica no llegan a ser mejores hijos, estudiantes ni se logran valorar a sí mismos. El cristianismo les es algo desconocido y lo asimilan como una práctica llena de religiosidad. Es como que aquellas enseñanzas secundarias, al no tener un fundamento sobre las cuales reposar, caen en el olvido y nunca llegan a la práctica.

Y es que el apóstol Pablo nos exhorta con una analogía en donde nosotros somos como edificios de Dios, los cuales tenemos un fundamento sobre el cual empezamos a sobreedificar:

“edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Efesios 2:20-22)

“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1 Corintios 3:9-11)

Resultaría extraño ver a un maestro de la construcción tratando de colocar una ventana en el aire, o un techo sin que estén terminados los muros. Y no es que no importen las ventanas y el techo, pues ambos elementos deben estar presentes para que el edificio sea aprobado, sin embargo, no es lo primero que se debe construir. Primero se construye el fundamento, luego los muros, y finalmente las ventanas y el techo.

Así mismo, las enseñanzas secundarias como las profecías escatológicas, el misterio de la piedad, el desarrollo personal, etc., son importantes para los jóvenes, pero no se pueden realizar eficazmente sin contar primero con el fundamento de la enseñanza de la salvación.

Una persona salva es un terreno con fundamento, apto para la edificación. Pero una persona perdida, es un terreno sin fundamento, no apto para construcción, en la cual se debe cavar y trabajar para implantar un sólido fundamento.

Líder de jóvenes: ¿Estás enseñando bien? Pues sondea entre tus jóvenes y comprueba que tanto saben de la salvación. Una señal característica es el porcentaje de jóvenes bautizados en el grupo.

No pretendamos que un joven entienda aspectos como el misterio de la piedad, si ni siquiera se ha decidido a bautizarse, el primer paso práctico de todo salvo. La enseñanza debe realizarse en orden, empezando por lo primero, así como lo hizo Jesús mientras estuvo en esta tierra, en donde su primer mensaje a las multitudes fue: “…Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17)

Dios te bendiga

¿Todos somos hijos de Dios?

Amigo (a), quiero hacerte una pregunta: ¿Eres un hijo (a) de Dios?

Algunas personas dicen “tú no eres hijo de Dios” con el fin de ofender a la otra de la manera que dijera “tú no eres un ser humano”. A lo mejor tú piensas que “todos somos hijos de Dios”, o que “Dios es el Padre de todos”. Tales conceptos los enseñan muchas religiones y toda clase de corrientes idealistas, pero…¿te interesaría saber lo que dice la Palabra de Dios al respecto?

¡Esto es lo que la Biblia dice!

Primeramente, cabe decir que Jesucristo es el Hijo de Dios por excelencia, el unigénito del Padre (único hijo):

“En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.”
(1 Juan 4:9)

Sin embargo, Dios nos da la oportunidad de ser adoptados para ser hijos suyos.

“… habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”
(Efesios 1:5)

Pero no todos hemos sido adoptados como hijos de Dios. No te ofendas si te digo “tú no eres mi hermano”.

1.- No todos los seres humanos somos hijos de Dios.

Los seres humanos, al igual que el resto de los seres vivos, somos criaturas de Dios. Esto no significa que automáticamente seamos hijos de Dios, ya que pertenecer a su familia es una potestad que él otorga exclusivamente a todos los que le reciben.

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:11-13)

Jesús vino “a lo suyo”, o sea, a toda la humanidad (primeramente a Israel); sin embargo no le recibieron (lo crucificaron). Entonces la oportunidad de pertenecer a la familia de Dios quedó abierta para todos los que lo reciban. Todo aquel que recibe a Dios como Padre, Dios también le recibe como hijo.

Muchos se autoproclaman como hijos de Dios, pero Dios dice:

“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos…” (Malaquias 1:6)

Si todos los seres humanos son hijos de Dios, ¿entonces todos honran a Dios? ¿El ateo honrará a Dios?

Otra evidencia:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)

¿Los ateos y malhechores son guiados por el Espíritu de Dios? Definitivamente NO.

Conclusión: No todos los seres humanos son hijos de Dios. Para ser hijo de Dios hay que recibir a Jesús como Señor y Salvador.

Si insistes en creer en que todo el mundo es hijo de Dios, estarás creyendo en religiones falsas y juzgando que la Biblia es mentirosa, dadas las evidencias antes expuestas.

2.- Para ser hijo de Dios hay que recibir a Jesús

Como leímos anteriormente, dice que “a todos los que le recibieron… les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Esto se refiere a que debemos de recibir a Cristo en nuestras vidas para que seamos hijos de Dios.

Esto quiere decir que recibir a Cristo significa aceptar su Palabra, soberanía y señorío sobre nuestras vidas. O sea, ya no nos mandamos solos, sino que tenemos un Señor que nos guía con su Espíritu.

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)

En cuanto a nosotros, ya no somos guiados por nuestros pensamientos y deseos, ahora somos guiados por Dios. En esto se nota quienes son hijos de Dios. Naturalmente, el que no ha recibido a Cristo, no puede ser guiado por su Espíritu.

3.- Sólo los hijos de Dios tienen entrada al cielo.

Sólo los hijos de Dios pueden heredar el reino de los cielos. Esto va a ocurrir cuando se pase lista con el libro de la vida. En el libro de la vida se registran todos los nombres de todos los hombres que han recibido a Cristo, y por lo tanto, son hijos de Dios. En términos humanos, se podría decir que es como la libreta de familia, en donde aparecen los nombres de los padres y sus hijos legítimos.

Si quieres entrar al cielo, tu nombre tiene que estar en el libro de la vida:

“No entrará en ella [al cielo] ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. (Apocalipsis 21:27)

Y si no, tu destino es este:

“Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. (Apocalipsis 20:15)

Dios te esta ofreciendo la posibilidad de ser parte de su familia… no rechaces esta maravillosa oportunidad, ¡mañana puede ser tarde!