Dulce o travesura

Según la tradición de algunos países donde se celebra la controversial fiesta de Halloween, el “dulce o travesura” corresponde a un juego donde se exige dulces por el vecindario, y si alguien no regala golosinas, a su casa se le aplica una “travesura” a modo de represalia.

A pesar que estas prácticas de Halloween son rechazadas por el mundo cristiano, también he visto cristianos que salen disfrazados y se ponen a pedir dulces. Y cuando piden dulces, pretenden hacer un trato con el dueño de casa con el típico “dulce o travesura”.

Esto lo he visto los 31 de octubre, y no solo en esa fecha… sino que durante todo el año.

Dulce o travesura en la iglesia

Cada domingo, muchos cristianos van disfrazados a la iglesia a pedir “dulces de bendiciones” para: 

  • Satisfacción de necesidades dulcemente banales:
    • “Vengo a la iglesia a pedir que llegue dinero (prosperidad)”
    • “Vengo a la iglesia para hablar con una chica que me gusta”
    • “Vengo a la iglesia para que me consideren en el paseo de fin de año”
  • Sentir algo dulce:
    • “Vengo a la iglesia para sentir el toque del Señor”
    • “Vengo a la iglesia para sentirme mejor”
    • “Vengo a la iglesia para liberar tensiones”

Y si no obtienen esa bendición, buscan hacerle un truco o travesura al Señor de la casa, en represalia, con una amenaza de salirse de la iglesia, no volver a orar, o descarriarse, en una actitud infantil de berrinche.

En este punto es importante preguntarnos ¿A qué voy a la iglesia? ¿Qué me motiva a congregarme? ¿Vengo a pedir o a entregar? ¿Seguiré amando a Dios y congregándome aunque no obtenga lo que pido?

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.” – Salmos 34:1

Disfrazado

El disfraz tiene su utilidad. Por ejemplo, en el teatro, los disfracen ayudan a los actores para interpretar a un personaje de mejor manera. Da confianza para sustentar con más fuerza al personaje. Esto es muy válido para interpretar un personaje en un evento apropiado para ello.

El problema de los disfraces es cuando los usamos para aparentar algo que no somos en nuestra vida diaria.

En el ambiente cristiano existen algunas iglesias que tienen códigos de comportamiento y de vestimenta muy diferentes al común de las personas normales y decentes. La caracterización del personaje “evangélico pentecostal” toma fuerza y llega a su máxima expresión los domingos en las congregaciones latinoamericanas. Hombres con traje y corbata, mujeres sin maquillaje, con faldas largas y cabellos largos y desarreglados. Durante las dos o tres horas que se reúnen, suelen ocupar un lenguaje que solo otros cristianos evangélicos entienden.

Y si bien este código no está en la Biblia, de todas maneras hasta aquí quizá no hay mayor problema. Pero el gran problema ocurre cuando queda en evidencia que todo esto fue solo una caracterización. Saliendo de los templos, de vuelta a casa, se desprenden de esas ropas típicas y aparece la ropa común, el maquillaje y los arreglos en el pelo. Desaparece el lenguaje evangélico. Es el momento en que se diluye el personaje y aparece el actor, el hombre y la mujer real.

Por supuesto no es el caso de todos, hay algunos que son consecuentes a su creencia, pero “el problema del disfraz” lo he podido observar por muchos años.

El mandamiento bíblico consiste en vestirse con decoro, pudor y modestia, sin aparentar riqueza:

“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos” – 1 Timoteo 2:9

Cuando escojas ropa y accesorios, no busques llamar la atención de los carniceros, tampoco busques ser algo que no eres con algún disfraz. Los disfraces déjalos para jugar con tus hijos, para los piyamas y para las fiestas de cumpleaños. Se tu mismo, vístete de acuerdo a tu propia identidad que Dios te ha dado, con pudor y modestia.

La verdadera transformación

El evangelio no es un disfraz que nos ponemos los domingos, sino una vida nueva que se viste todos los días. No se trata de actuar como cristianos, sino de ser transformados por Cristo. El apóstol Pablo lo dijo así:

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” – Efesios 4:22-24

El cristiano auténtico no necesita disfrazarse para agradar a Dios, porque su vida —aunque imperfecta— refleja una fe sincera y un corazón regenerado.

Conclusión

Al evaluar nuestro cristianismo ¿en qué nos estamos fijando? ¿En nuestras acciones y frutos? ¿o en nuestras vestimentas y lenguaje ritual?

La vestimenta típica evangélica pentecostal muy difundida en Latinoamérica tiene una trampa, la cual es hacernos crear un personaje, un personaje de algo que podríamos no ser. Y lo tendríamos tan caracterizado domingo a domingo que no nos daríamos cuenta si somos de verdad o solo apariencia.

Dejemos nuestras máscaras y disfraces de lado y veamos si somos realmente lo que creemos que somos.

Este es el desafío: ¿Las actitudes, palabras y forma de ser que muestras aquí en la iglesia, son las mismas que muestras en la casa, en el colegio, universidad o en el trabajo?

Si no es igual, cuidado, te estás disfrazando, estás jugando al “dulce o travesura” cada domingo cuando vienes a esta casa de oración, pidiendo dulces en cada oración. Deja de lado tu personaje religioso de los domingos y permite que Cristo domine tu vida para que seas un cristiano real todos los días.