salmo 37

Deléitate en el Señor y él te concederá los deseos de tu corazón

Somos seres humanos con deseos y necesidades que se transforman en peticiones para presentarlas a Dios en cada oración. Sabemos que Dios nos escucha al momento de orar y que Él tiene el poder para oír esas oraciones, y más aún, de conceder esas peticiones que vayan de acuerdo a su voluntad.

Esto es cierto, pero también hay que poner atención a algunos otros aspectos para poder ver una petición concedida, y una de esas claves está en el Salmo 37 versículo 4:

“Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.” – Salmos 37:4

Según este Salmo ¿Cómo Dios nos concederá las peticiones de nuestro corazón? La respuesta es: deleitándonos en el Señor.

¿Qué significa “deleitarse en el Señor”?

Pues según el diccionario, “deleitarse” es producir alegría o gozo, placer del ánimo. ¿Qué cosas te producen deleite? Piensa en las cosas que más te gustan, como tu comida favorita, una piscina en verano, o la compañía de esa persona tan especial para ti.

Entonces deleitarse en el Señor es alegrarse, gozarse, encantarse, fascinarse por todo lo que es Dios. Significa disfrutar la palabra de Dios, del estudio de la Biblia, de la oración, la alabanza, el momento de congregarse y participar en el servicio de la iglesia, entre otras cosas que tienen que ver con el Señor.

Cuando nos deleitamos en el Señor podemos estar en una reunión de una iglesia con menos de diez hermanos, sin amplificación ni hermanos que tocan instrumentos, con un predicador de cara poco amigable, al cual poco se le entiende… sin embargo, aún así nos alegramos de estar ahí porque sabemos que Dios también está presente, e incluso con un montón de necesidades, descansamos en la voluntad del Señor.

¡Aburrido!

Mr+bean

La iglesia, así como el evangelio, no es un parque de diversiones. Sin embargo hacer ver el evangelio como algo rutinario y aburrido es un error que nosotros mismos trasmitimos. El evangelio es vida, el mensaje que predicamos es poder de Dios, y si estamos en la iglesia donde el poder de Dios fluye a través de los cánticos de alabanza y a través de la proclamación del evangelio ¿Cómo podríamos aburrirnos?

Así y todo podemos darnos cuenta que muchas veces nos rodea el aburrimiento y la rutina como una enfermedad infecciosa matando en nosotros el gozo en el Señor.

En los tiempos del Antiguo Testamento, existieron sacerdotes que tenían el privilegio de servir ante el altar de Dios y ministrar al pueblo. Sin embargo, muchos de ellos no valoraron este servicio y en vez de deleitarse en el Señor, se aburrieron de lo que hacían. ¿Qué pasó? Pasó que empezaron a servir a Dios, ya no como en sus inicios; ya no había entusiasmo, más bien fastidio. Y empezaron a ofrecer un servicio cada vez más mediocre, y sus ofrendas eran cada vez peores.

“Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová.” – Malaquías 1:13

Que no nos invada la rutina, la religiosidad ni el aburrimiento. Procuremos que el poder del evangelio nos llene de vida cada día.

Tengo muchos problemas

Otro enemigo del deleite en el Señor es ese gran problema que estamos atravesando que no nos deja levantar cabeza, que nos entristece y que carcome nuestras esperanzas. Cuando todo va bien, deleitarnos o alegrarnos en Dios no es ninguna ciencia, pero cuando estamos en un mal momento, se convierte en un gran desafío para el cristiano, el cual sin duda todos hemos vivido o hemos de vivir.

“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas.” – Santiago 1:2

Deleitarse en medio de la necesidad implica la presencia de fe, confianza en Dios y en su voluntad. Si confiamos en él y decidimos deleitarnos en él, las peticiones de nuestro corazón van bien encaminadas.

Quizá falta lo más importante

Pese a todo lo anterior, no debemos pasar por alto lo más importante: el deleite en Dios viene del gozo, el cual viene como consecuencia de ser cristiano. En otras palabras, si en verdad eres cristiano, un hijo de Dios, entonces es imposible que te aburras en la iglesia y que estés indiferente a la Biblia.

De un manzano no puedes esperar sandías, de la manera que de un incrédulo no puedes esperar deleite en el Señor. El deleite o gozo en Dios es consecuencia o “fruto” de una persona que ha rendido su vida a Cristo.

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe” – Gálatas 5:22

Preguntas:

  • ¿Te deleitas en la oración? ¿Te fascina o te aburre?
  • ¿Te deleitas en el estudio de la palabra de Dios? ¿Te fascina o te aburre?
  • Te deleitas en la alabanza? ¿Te fascina o te aburre?
  • ¿Te deleitas al ir a la iglesia? ¿Te fascina o te aburre?
  • ¿Te deleitas al servir al Señor? (aseo, prédica, portero,…) ¿Te fascina o te aburre?

Si no nos deleitamos, no viviremos un evangelio verdadero, por lo tanto:

  • Nuestras peticiones no serán concedidas.
  • Estaremos aburridos, amargados y tristes.

¿Quieres que Dios te conceda las peticiones de tu corazón? Rinde tu vida a Cristo, luego deléitate en él, y él hará.

Dios te bendiga.

de la abundancia del corazon habla la boca

De la abundancia del corazón habla la boca

En tiempos donde muchos dicen tener una religión, pero sus vidas están totalmente alejadas de la vida cristiana, quizá alguna vez te has preguntado ¿será cierto que soy verdaderamente cristiano? ¿estará lleno mi corazón de Dios?

Nuestro corazón (en el sentido figurado, claro) se encarga de almacenar las cosas que amamos y las que no; cosas que se mantienen en el interior, pero que en algún momento se harán manifiestas hacia los demás por cualquiera de las vías que Dios nos ha dado para comunicar.

Una de las vías de comunicación más notorias para expresar lo que hay en nuestro corazón es el habla, y de eso habla este versículo bíblico:

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45)

Estas son palabras que Jesucristo enseñó a sus discípulos y religiosos de su época sobre el origen de las palabras que pronunciamos a diario.

Lo que hablamos es reflejo de lo que tenemos dentro, de lo que está lleno nuestro corazón. Por ejemplo, si en nuestro corazón abunda la pasión por los automóviles, pasaríamos hablando todo el día sobre eso, y aburrir sin compasión a quien no está interesado en el tema.

Pero la boca no es la única que habla por nosotros. En nuestros tiempos existen otras formas de hablar. Por ejemplo, las redes sociales, tales como Youtube, Facebook, Twitter, etc., son medios por los cuales nos comunicamos y vienen a ser como nuestras bocas que hablan hacia el mundo entero, y que muestran lo que somos verdaderamente.

Por lo tanto, tomando este versículo, podríamos decir: “De la abundancia del corazón habla tu Facebook, Instagram, Tiktok, Youtube, etc.”, cualquiera sea tu red social.

¿Qué es lo que habla tu red social sobre ti? ¿Qué cosas tienes en tu perfil? ¿Qué cosas publicas? Mira por un momento tus comentarios, estados y fotos. Si en tus estados publicas cosas de Dios, cosas positivas,
cosas alegres, cosas que edifican, seguramente en tu corazón está Dios. Pero si en tus publicaciones, estados y perfil hay pesimismo, chismes, comentarios quejumbrosos y tóxicos, y más encima hay que buscar como quién busca un tesoro escondido alguna cosa de Dios, es porque realmente tienes un problema si te crees cristiano.

Ya ves, para comprobar si eres cristiano, analiza tu corazón y ve cuan lleno de Dios está. Lo podrás comprobar con lo que comunicas a diario, con lo que hablas con tu boca, con tus actitudes y con tus publicaciones en las redes sociales. Todo lo que comunica de ti demuestra lo que eres, lo que tienes en tu corazón.

Dios te bendiga.

no juzgueis

No juzguéis para que no seáis juzgados

Hay cristianos que dicen que debemos juzgar y otros que no. A menudo he oído que no debemos juzgar a nadie en el sentido de que no debemos reprender o denunciar a ninguna persona que esté haciendo las cosas mal, sino que debemos solamente “orar” y esperar el juicio final para que Dios se encargue. Una actitud que puede considerarse escapista pues el mal no es erradicado, pero vamos, ¡Jesús dijo que “no hay que juzgar!”

Quienes piensan de este modo citan Mateo 7:1 que dice “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, o también Romanos 14:13. Sin embargo, en la Biblia encontramos otros textos que señalan que sí debemos juzgar (Juan 7:24; 1 Cor.2:15), ¿Contradicción? Claro que no, pues todos los textos se enmarcan en su respectivo contexto y se refieren a situaciones distintas.

1.- Primero que todo, ¿Qué es juzgar?

Según el diccionario de la RAE, “juzgar” se puede definir como:

  1. Dicho de la persona que tiene autoridad para ello: Deliberar acerca de la culpabilidad de alguien, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar lo procedente.
  2. Formar opinión sobre algo o alguien.

En el primer caso, el juzgamiento se aplica a la figura de un juez, el cual tiene autoridad para deliberar sobre la situación de un inculpado y puede dictar una condena. En la Biblia, hay un sólo juez que define la sentencia de los hombres para la eternidad, y ese es Dios. Nosotros en ningún caso podemos juzgar a una persona para determinar una sentencia sobre su destino eterno, es decir, nosotros no estamos facultados para “enviar al infierno” no “enviar al cielo” a nadie. Esto respecto al juicio eterno, pero hay otras situaciones en las que sí estamos facultados como Iglesia para sentenciar o condenar falsas doctrinas, malas prácticas, e incluso personas en caso de expulsión.

En el segundo caso tenemos algo más cotidiano que se refiere al uso de nuestra opinión respecto a alguna persona o cosa. Por ejemplo, cuando decimos “Este hombre es de confianza”, estamos haciendo un juicio de opinión positivo respecto una persona. La Biblia no prohíbe esta práctica, de hecho, es necesario hacerlo para detectar a los lobos rapaces y falsos maestros (Mateo 7:15-16; 2Cor.11:13; 2Pedro 2:1; Apocalipsis 2:2). Así y todo, no es llegar y juzgar a la ligera, sino que hay que hacerlo con justo juicio (Juan 7:24).

2.- ¿Se puede juzgar según la Biblia?

Si nos vamos a las Escrituras, encontraremos evidencia suficiente como para determinar que el juzgamiento no es un pecado, sino que es algo que llega a ser incluso necesario para la Iglesia. Para comenzar, veremos algunos versículos bíblicos que algunos han interpretado como pruebas en contra de esta práctica:

2.1. No juzguéis, para que no seáis juzgados (Mateo 7:1, Lucas 6:37)

Si leemos todo el capítulo 7 de Mateo, nos daremos cuenta de que el texto no se refiere a no juzgar nunca nada, sino que enseña que no debemos juzgar cuando estemos con el mismo pecado. Esto queda claro al leer los versículos 3 al 5, en donde se ilustra esta enseñanza con el ejemplo de “la paja en el ojo ajeno” pues el que tiene una viga en su propio ojo no debe juzgar a su hermano que tiene una paja en el suyo. En resumen, este texto nos enseña que no debemos juzgar a otros en caso de que seamos culpables del mismo pecado, es decir, con un juicio hipócrita.

2.2. No nos juzguemos más los unos a los otros (Romanos 14:13)

El texto no señala que no debemos juzgarnos por cualquier motivo, sino específicamente en el caso de encontrarnos con situaciones de no mucha importancia que van ligadas a la cultura de cada cual o de opiniones personales sobre temas bíblicos no fundamentales. Por ejemplo, se menciona el caso de las comidas, días sagrados, etc., los cuales están sujetos a la conciencia de cada uno de los creyentes, y que por ello ninguno tiene el derecho de juzgar a otro hermano porque no come lo que él cree que se debe comer, o porque no consagra los mismos días que él consagra.

“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Romanos 14:13)

En este tipo de cosas existe libertad de criterio, y por ello no hay juicio que valga para reprender a nadie, sino que la Biblia nos manda a “no contender sobre opiniones” (vers. 1). En ningún caso el texto prohíbe juzgar asuntos de mayor trascendencia.

2.3. ¿Quién eres para que juzgues a otro? (Santiago 4:11-12)

Para condenar a cualquiera que se atreva a juzgar a otro, se recurre también a este texto que encontramos en Santiago:

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11-12)

Si hemos leído bien ambos versículos, nos daremos cuenta que el centro del mensaje se refiere al tema de la murmuración. Cuando alguno murmura de su hermano y lo juzga a sus espaldas, está siendo injusto, y no hace otra cosa que sembrar la duda sobre la reputación de su hermano, sin darle a este la posibilidad de defenderse. En este contexto, si juzgamos a otros a espaldas de ellos mismos, y murmuramos, nuestro juicio es injusto.

3.- El problema del juzgamiento

El tema del juicio influye en la Iglesia, se practique o no se practique, lo crean lícito o ilícito. Veamos por qué:

3.1. El juicio entendido como pecado (no se practica)

Cuando la Iglesia llega a la conclusión de que no hay que juzgar, se queda sin mecanismos para implementar disciplina entre sus miembros, ni defensas contra lobos rapaces que se infiltren en medio del rebaño, pues si no hay juicio, tampoco hay reprensión ni corrección. La congregación que no aplica discernimiento ni juicio va en camino a la apostasía y a su destrucción.

Veamos un ejemplo recurrente ¿Qué pasa cuando el pastor de una iglesia pierde la orientación espiritual y cae en apostasía? ¿Qué pasa si le enseña a apostatar a todo su pueblo? ¿Qué pasa cuando le entra la avaricia y empieza a estafar a los miembros de su iglesia? Casos hay muchos, y lamentablemente son pocos los que se atreven a dirigirle la palabra a ese líder con tal que corrija su camino. Entonces, ante casos como estos ¿Es necesario discernir si está bien o mal (juzgar) lo que hacen los líderes de este tipo de iglesias? Y si juzgamos que la cosa va mal ¿Es necesario reprender con mansedumbre al que está guiando a todos por un camino incorrecto? Y una última pregunta ¿Qué ocurre si nadie juzga?

3.2. El juicio entendido como lícito y necesario (sí se practica)

Si nos vamos al otro extremo, podemos ver que hay casos en los cuales se hace un uso desmedido y abusivo de esta facultad haciendo juicios injustos a la ligera (sin pruebas concretas) por medio de la murmuración. Realmente llega a ser impresionante la facilidad que tienen algunos para difamar a sus hermanos en la fe, y lo peor es que muchas veces lo que dicen no tiene ninguna prueba fidedigna. La única “prueba” que se suele manejar no es otra cosa que “me lo dijo tal persona, la cual lo supo de otro al cual también le contaron…”.

Otro mal uso del juicio es cuando algunos se obsesionan tanto con el tema, que hacen del juicio su estilo de vida, llegando a preocuparse hasta del más mínimo detalle con tal de denunciar “apostasías” donde en realidad no las hay. Viven mirando a los otros, pero no así a ellos mismos. Unos verdaderos fariseos modernos. Esto también es injusto y un problema que debe ser corregido. Este problema se da con frecuencia en iglesias de estilo conservador y legalista.

4.- Ejemplos bíblicos de juzgamiento

Ejemplos bíblicos que avalan la práctica del juicio (justo juicio) hay muchos, pero mencionaremos sólo dos:

4.1. Pablo condena el actuar de Pedro públicamente

“Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:11-14)

En este pasaje bíblico, el apóstol Pablo discierne el incorrecto actuar del apóstol Pedro (sí, Pedro), y juzgó tal hecho como digno de reprobación y hasta “de condenar”. Es así como vemos a Pablo reprendiendo duramente a Pedro en público, y eso que Pedro era uno de los grandes líderes de la Iglesia. ¿Cómo se tomaría una escena como esta en estos tiempos? Sin duda más de alguno diría que Pablo no tuvo amor, que fue muy juzgón, etc. Lo cierto es que su comportamiento fue el correcto, ya que todos los presentes también fueron corregidos de lo que el mismo Pedro les estaba incitando con su falta. Pregunta ¿Qué hubiese ocurrido con Pedro y todos los que con él estaban si Pablo no condenaba la situación?


4.2. Natán reprende al rey David

“Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón.” (2 Samuel 12:7-9)

Acá vemos un ejemplo del Antiguo Testamento en donde el mismísimo rey de Israel, el ungido de Dios, el gran David es reprendido por un siervo de Dios llamado Natán. En estos tiempos cuando un siervo de Dios se atreve a reprender a un líder de la iglesia al tal se le acusa de “irse contra el ungido”. Pues bien, acá vemos que Natán, a pesar de juzgar y reprender con dureza a David, nos damos cuenta que esto fue completamente necesario ya que David se arrepintió de su pecado y se volvió a Dios. Pregunta ¿Qué hubiese ocurrido con David y todo el reino si Natán no condenaba la situación?

5.- Conclusión

La práctica del juicio no es mala ni tampoco un pecado, siempre y cuando se haga un uso correcto del mismo, es decir, como Dios manda a través de la Biblia. Si vamos a juzgar algo, siempre debemos hacerlo con misericordia, justicia y con todas las evidencias necesarias.

El juicio como herramienta es completamente necesario y útil para resguardar al rebaño de lobos rapaces, o bien para aplicar disciplina. ¡Pero ojo con los excesos!

Por lo general, el hombre se resiste al juicio cuando es pronunciado contra él. Cuando alguien lo reprende, tiende a reaccionar con un abierto rechazo, tal como fue rechazado Lot por los habitantes de Sodoma y Gomorra (Génesis 19:9), o Moisés cuando increpó a un hebreo que maltrataba a otro (Éxodo 2:13-14). No nos desanimemos si nos hallamos en esta situación, antes debemos asumir que somos seres falibles y la corrección es buena medicina.

En lo cotidiano, a veces juzgamos a un hermano por que alguna de sus actitudes o hechos no nos parecieron bien del todo, y cuando se comparte esa opinión con otros sin el implicado presente, acarrea murmuración. Lo que se hace en estos casos es hablar directamente con el hermano (Mateo 18:15) y evitar la murmuración. Por esto y por mucho más se debe hacer uso del juicio de una manera prudente y justa.

Sobre la manera de aplicar un justo juicio, hay mucho que decir. Por ahora lo dejaremos hasta aquí, a ver si en otra publicación seguimos tratando este interesante tema.

Dios te bendiga

Terremoto

Terremoto en Chile: ¿Qué haremos los cristianos?

TerremotoComo muchos sabrán, durante la madrugada del sábado 27 de febrero, un terremoto de magnitud 8,8 (uno de los más grandes de los que se tenga registro) afectó a gran parte de la zona centro sur de Chile, dejando numerosas pérdidas humanas y materiales.

Eran pasadas las 03:30 hrs. de la madrugada y yo aún me encontraba en pie. Cuando ya me iba a acostar, lo que empezó como un temblor habitual, se transformó en un sismo interminable que subía en intensidad a medida que pasaba el tiempo.
La tierra se movía de lado a lado con una violencia que nunca sentí, la adrenalina por el cuerpo, y el clamor a Dios en los labios, pidiendo sobre todo por las personas que en ese momento estaban peligrando sus vidas.

Me acordé de lo dicho por el profeta Isaías:

“Temblará la tierra como un ebrio…” (Isaías 24:20)

Y es que en realidad la tierra se movió como un ebrio, pero con gran violencia, aunque aún no es el fin.

Nosotros y nuestras familias quedamos bastante bien después de todo acá en Santiago; vidas a salvo y las viviendas en pie con alguna que otra pérdida material menor. No así fue el caso de muchos que lo perdieron todo, aún sus propias vidas, y la mismísima salvación del alma.

Muchas almas partieron a la eternidad sin Cristo en una sola noche, personas de todas edades que no pensaron que su hora les llegaría. Está claro que debemos estar preparados para estar en la presencia de Dios.

Esta es una situación que amerita a que los cristianos nos movamos. ¿Qué haremos? Está bien dar gracias a Dios porque nosotros salvamos ilesos, pero no nos quedemos ahí… también hay que sufrir con el que sufre y preocuparse por él.

Rogamos a todos los hermanos que nos ayuden con su oración, y si les es posible, con ayuda material o con su servicio en terreno.

Las iglesias deben organizarse y sus miembros deben unirse para ir en ayuda del necesitado, y para ello la comunicación es fundamental. No nos olvidemos de los damnificados, y sobre todo, los que pertenecen a nuestra familia de la fe.

“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:10)

Conozco a muchos hermanos en Cristo que son de la zona devastada, y a Dios gracias, hasta ahora no hemos tenido reportes de pérdidas de vidas humanas entre nuestros conocidos cristianos. Sin embargo, es preocupante la situación de otros de los cuales no tenemos noticias. Roguemos a Dios que se encuentren bien. Fuerza amigos y hermanos de Bauchavisuales, Formador(Julio Acuña), y tantos otros de Concepción, Tomé y alrededores…

[ Actualización: Gracias a Dios, nuestros amigos de los blogs Bauchavisuales y Formador, se encuentran sanos y salvos! En los enlaces pueden ver sus testimonios – 08/03/2010 ]

En resumen:

– Si puedes, da todo lo que Dios ponga en tu corazón para los damnificados, y primeramente, a tus hermanos en Cristo, porque son tu familia.
Comuniquémonos, abramos espacios en Internet para que estemos todos al tanto de lo que sucede con todos los miembros de la Iglesia de la zona siniestrada. Todos somos una familia y los afectados merecen nuestra preocupación.
– De todo lo malo, tenemos una oportunidad. Tenemos la oportunidad de que el Señor nos use para ayudar al que lo necesita y para unirnos en un mismo sentir, como en la Iglesia apostólica.

Dios te bendiga y te cuide

Gripe

Salmo 91: La protección de Dios para sus hijos

GripeSon días convulsionados los que estamos viviendo. Males han azotado al mundo, pues a la crisis económica mundial que ha afectado la estabilidad financiera de millones de familias, ahora se nos suma la ya famosa gripe porcina, la cual ya ha cobrado vidas humanas y amenaza con expandirse a nivel mundial.

El miedo se apodera de los habitantes de Ciudad de México, epicentro de esta enfermedad, y a medida que el virus se expande, el miedo también se extiende por todo el mundo.

Y esto es sólo principio de dolores (Mateo 24:8)… entonces, ante el peligro inminente, ¿Qué haremos? ¿Cuál será nuestro refugio? ¿Dónde estaremos seguros?

La respuesta es clara para todo cristiano: Dios.
En Dios estamos seguros y confiados, pues Él cuida a los que le aman, y esta promesa la encontramos en diversos pasajes bíblicos, y resulta especialmente ilustrativo el pasaje que encontramos en el Salmo 91.

Dejando de lado las supersticiones religiosas que a algunos les impulsa a leer este salmo de manera repetitiva como una especie de mantra, o a dejar la Biblia abierta con este pasaje encima del velador, les invito a repasar este hermosa y poderosa palabra de Dios:

“El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.”
(Salmo 91:1)

¿Quiénes son los que habitan al abrigo del Altísimo? Los que han recibido a Jesús como único Señor y Salvador de sus vidas, es decir, los que han sido hechos hijos de Dios (Juan 1:12). No todos los seres humanos están bajo su cobertura, y aunque Él tiene sus brazos abiertos para recibir a todos, así y todo muchos no quieren venir a Él para tener vida (Juan 5:40).

“Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.”
(Salmo 91:2)

La declaración del salmista revela su fe en el Dios que ofrece un refugio seguro como un castillo. Es una convicción que sólo los escogidos de Dios poseen.

“El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.”
(Salmo 91:3-6)

Dios es capaz de resguardar a sus hijos de todos los temores que nos pueden afectar, incluyendo lazos o trampas de malhechores, pestes, guerras, pestilencias y mortandad, tal cual estamos presenciando por estos días. Su verdad actúa como escudo protector, y su palabra es verdad, y la verdad es Jesucristo (Juan 14:6).

“Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.”
(Salmo 91:7-8)

Podrán sucumbir muchos a nuestro alrededor, sin embargo, Dios guardará a los suyos, tal como Dios libró a su pueblo Israel en medio de las plagas de Egipto. Con nuestros ojos veremos el pago de los obradores de maldad.

“Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación”
(Salmo 91:9)

¿Y por qué Dios habría de librarnos? La respuesta está en este versículo: Porque nuestra esperanza no está en los hombres, ni en el dinero, ni en nuestras capacidades personales; sino sólo en Dios. Además hemos permitido al Altísimo que haga morada en nuestro corazón, pues hemos recibido al Espíritu Santo, el cual mora en nosotros, y nuestro cuerpo es su habitación y su templo (1 Corintos 3:16).

Si alguno no pone toda su confianza en Dios, ni tampoco ha hecho de su cuerpo templo de su Espíritu, no puede recibir su protección.

“No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.”
(Salmo 91:10-12)

Como espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (Hebreos 1:14), los ángeles se encargarán de resguardar nuestras vidas, alejando muchos peligros. Así y todo hay algunos “creyentes” con guardaespaldas humanos, pero ¿qué mejor que los ángeles defensores que acampan alrededor de los que temen a Dios? (Salmo 34:7) ¿Quieres un buen guardaespaldas? Teme a Dios y lo tendrás.

“Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.”
(Salmo 91:13)

Dios ha puesto toda potestad a los pies de su hijo Jesucristo, y por Él nosotros somos más que vencedores ante toda fuerza del diablo. Por Cristo, hemos recibido potestad por sobre toda fuerza del enemigo y nada nos dañará (Lucas 10:19)

“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación.”
(Salmo 91:14-16)

Ahora es Dios el que toma la palabra y nos promete ponernos en alto, otorgarnos respuesta a nuestras peticiones (Juan 14:14), su compañía en momentos de aflicción y salvarnos de todo mal. Finalmente veremos la salvación de Dios, y todo esto por cuanto pusimos todo nuestro amor en Él (Deuteronomio 6:5), nuestra confianza y fe en Él, y le recibimos para que hiciese morada en nuestro cuerpo.

Para evitar que el virus u otro mal afecte tu vida y a los tuyos, toma todas las medidas recomendadas por las autoridades de tu ciudad, pero aparte de eso, lo más eficaz es que recibas a Cristo como tu único Señor y Salvador de tu vida, y Él te dará su protección, y aún perdiendo tu vida terrenal por cualquier circunstancia, estarás confiado, pues tendrás vida eterna.

¿En qué o en quién tienes tu confianza hoy? ¿Has recibido a Jesús para que sea tu Señor y Salvador? ¿Estás bajo al cobertura del Todopoderoso?

Recíbelo hoy, y pasarás a heredar las promesas que Dios tiene sólo para sus hijos, y pase lo que pase, estarás confiado y tranquilo.

Dios te bendiga

Predicando

Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios

Predicando

Cuando predicamos el evangelio, estamos convencidos que su Palabra hará la obra en aquellos que han de recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador, pues sabemos que la fe viene por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17), y su palabra jamás volverá vacía (Isaías 55:10-11), pues el poder de la palabra de Dios se manifiesta cuando ésta es predicada tal cual es.

Por lo tanto, cuando decimos: “Escrito está…”, y leemos la Biblia con fe y oración, su palabra hará una obra invisible a nuestros ojos, pero tocará las almas de un modo que muchas veces no nos dimos cuenta.

Por lo tanto, si vamos a hablar, debemos hacerlo conforme a las palabras de Dios; como está escrito:

Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Pedro 4:11)

Si Dios nos da un don especial en el habla, lo que hablemos y prediquemos tiene que estar conforme a las palabras de Dios, y no fuera de aquello. Esto no sólo se refiere a que nuestros temas de predicación tienen que estar correctamente orientados en la doctrina bíblica, sino que también en cuanto al momento en que declaramos “Escrito está…”

Y es en este punto en donde se escuchan de labios de muchos predicadores, frases que poco y nada tienen que ver con la Biblia, aún cuando estos afirman que sus declaraciones son palabras citadas textualmente de las Escrituras, cayendo desgraciadamente en la ignorancia y en la mentira.

Diversas frases he escuchado desde púlpitos hasta simples conversaciones con hermanos, en donde se ha dicho “como dice la Biblia…”, seguido de una frase con un texto alterado, inventado o sacado de otro lugar, como por ejemplo:

Alteraciones de textos:
1) Al momento de pasar la ofrenda, muchos dicen: “Dios bendice al dador alegre”, y es: “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
A pesar de que no es algo tan terrible, llama la atención cómo es que se ha dado la situación en que uno deforma un texto, y después varios otros siguen el ejemplo, demostrando que se conforman con sólo oír al predicador, repitiendo todo lo que él dice, sin leer la Biblia.

2) En el “Padre nuestro” a veces se menciona: “Hágase tu voluntad en el cielo, como en la tierra”, y es: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” (Mateo 6:10).
Una diferencia sutil, pero importante ¿Cómo se hará en el cielo la voluntad de Dios de la misma manera que en la tierra, la cual está bajo el maligno?

Textos inventados:
Existen frases y dichos populares que corresponden a invenciones que suenan muy bíblicas y de hecho, varias tienen razón en sus planteamientos, así como otras no. Sea como sea, muchos asumen que son bíblicas frases como:

“Predicador, predícate a ti mismo.”
“Ayúdate que yo te ayudaré.”
“En la obediencia está la ganancia.”
“Si no oramos tres veces al día, seremos borrados del libro de la vida.”

Textos no bíblicos:
También se mencionan textos que están escritos en otros lugares fuera de la Biblia, siendo muy recurrente mencionar alabanzas de los himnarios evangélicos pentecostales, como por ejemplo:

“Caminando, caminando
Por el mundo de dolor
Dirigimos nuestros pasos
Al palacio del Señor.” (Alabanza 284 del Himnario Evangélico – Chile)

“A ti alma, te digo despierta,
No desoigas de Cristo el llamado,
Hace tiempo Él golpea a tu puerta,
Y te dice abandona el pecado.” (Alabanza 312 del Himnario Evangélico – Chile)

Muchos de los que pronuncian estas frases, y los que los escuchan, creen que son palabras escritas en la Biblia.

Advertencia

Es interesante notar que si alguien se empeña en agregar más palabras a lo que ya está escrito en la Biblia, tiene la siguiente advertencia:

“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.” (Apocalipsis 22:18)

Seamos más fieles y preocupados al momento de mencionar la palabra de Dios, y que nuestras palabras sean conforme a lo que realmente está escrito, para que el poder de la palabra del Señor se manifieste. La próxima vez que escuches a alguien decir: “Como dice la Biblia…”, compruébalo; y la próxima vez que tú digas “Escrito está… ”, ten cuidado de tus palabras, y asegúrate que sea como está escrito.

Dios te bendiga.

Como los de Berea, Tesalónica o Galacia

como los de Berea

Es preocupante ver el modo en que muchas personas reciben una predicación o mensaje. ¿Qué tal si esa persona que estamos escuchando nos está mintiendo acerca de la fe? ¿Qué tal si está equivocada?

Vivimos en tiempos de confusión doctrinal, en donde el mundo entero busca la tan preciada “verdad” del evangelio. Ante esta demanda, muchos han salido por el mundo a anunciar su verdad, su evangelio, su fórmula de la verdad.

Sectas han proliferado, aprovechando una tremenda falencia existente en muchas personas: la falta de voluntad para comprobar que tan verdadero es lo que se está predicando.

Esta falta de voluntad se puede apreciar en distintas formas; desde la completa flojera para comprobar por sí mismos si lo que se dice es verdadero o no, hasta el cierre de mente y corazón a todo lo que cuestiona su fe ya implantada.

Ante esta situación conviene recordar la historia bíblica, la cual nos enseña cómo debemos recibir una predicación (sea de quién sea). En este caso, veremos cual fue la actitud de los hombres y mujeres de Berea, los cuales a pesar de tener arraigada su religión judía basada en la ley de Moisés, de todos modos se mostraron solícitos para recibir el mensaje cristiano, en este caso, de los labios del apóstol Pablo.

Esta historia se relata en Hechos 17: 10-12, y específicamente en verso 11 dice sobre los habitantes de Berea:

“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.” (Hechos 17:11)

Cabe destacar dos actitudes notables de los de Berea respecto a la predicación de Pablo:

1) Recibieron la palabra “con toda solicitud”.
2) Escudriñaron las Escrituras cada día para comprobar la predicación de Pablo.

De este modo, en una situación de predicación, podemos notar tres tipos de creyentes que toman actitudes diferentes:

1) Los que no les interesa, no escudriñan, y rechazan el mensaje; como muchos de Tesalónica (Hechos 17:1-9).
2) Los que sí escudriñan y se interesan en el mensaje; como los de Berea.
3) Los que no escudriñan y reciben el mensaje livianamente; como los de Galacia (Gálatas 1:6).

Notemos que los judíos eran religiosos que conocían las Escrituras, y Pablo venía anunciando que Jesús es el Cristo. Ante este mensaje, los judíos de Tesalónica le rechazaron, pero los de Berea tomaron el mensaje y lo examinaron.

Este hecho les hizo ser “más nobles” que los de Tesalónica.

En contraste, los hermanos de Galacia recibieron el mensaje de un “evangelio diferente”, aceptándolo sin reparos.

Lo que ocurrió en Tesalónica se repite hoy en día. Muchas personas se aferran a su religión, o conjunto de doctrinas, las cuales se tornan incuestionables. Y si alguno cuestiona los aspectos de su fe, estas personas no dudarán en atacar a quien se atreva a plantear una idea distinta, así como atacaron a Pablo.

Así mismo, se repite el caso de Galacia, en donde muchos no se tomarán la molestia por analizar y escudriñar las Escrituras para ver si el mensaje que escucharon es verdadero o no; simplemente lo aceptarán y aunque el predicador diga: “Soy Jesucristo”, le creerán y le dirán “Amén” a un montón de aberraciones. Muchas sectas se han aprovechado de esto.

Gracias a Dios, también existen hoy en día hermanos que son nobles como los de Berea y que ante cualquier predicación (sea de alguien conocido o no), recibirán el mensaje, lo examinarán y comprobarán a través de las Escrituras si las cosas son así o no, con toda solicitud, y sin temor a cuestionamientos.

Entonces ¿Cómo recibirás el próximo mensaje o predicación que escuches o leas? ¿Te cerrarás como los de Tesalónica, te abrirás como los de Galacia o analizarás como los de Berea?

Dios te bendiga

La leche espiritual

leche-espiritualEn el artículo anterior, vimos el tema de la enseñanza fundamental que debe estar presente antes que toda otra enseñanza bíblica, con el fin de que un cristiano se pueda formar exitosamente en el camino del evangelio. Esta enseñanza se refiere a la doctrina de la gracia y la salvación.Ahora, si el cristiano ya tiene éste fundamento, se debe seguir construyendo, y para ello vamos a tomar el enfoque de un bebé que necesita ser alimentado, por lo cual, el elemento que viene después del fundamento de la salvación es la leche espiritual.

Cómo todos sabemos, los niños en sus primeros días de haber nacido, no están preparados para recibir alimento sólido, ya sean legumbres, carne, etc., sino, sólo deben beber leche maternal. Si éste niño no recibe leche, padecerá desnutrición con consecuencias fatales o de gravedad cuyas secuelas puedan perdurar para toda la vida.

Así como en el caso de los bebés, los cristianos cuando viven sus primeros días desde su nuevo nacimiento, deben desear y tomar leche espiritual, la cual debe ser no adulterada. Esta leche espiritual cumplirá la misión de hacer crecer para salvación a todo cristiano en sus primeros días, hasta que alcanzando madurez, puedan acceder a alimentarse con alimento sólido.

¿Y cuál es la leche espiritual?

Es toda enseñanza bíblica que trate de fundamentos básicos de la fe en cristiana, como por ejemplo, las doctrinas “del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno” (Hebreos 6:1-2). Todos estos temas se suponen deberían estar claros para todo cristiano que se considere maduro.

Después de la leche espiritual, el cristiano que ha crecido, debe comer alimento sólido, el cual se compone por enseñanzas no fundamentales o básicas, pero muy importantes para el desarrollo de su vida espiritual. En ésta categoría podemos encontrar enseñanzas que tocan muchos temas que son difíciles de asimilar para inexpertos, como el ecumenismo, los problemas de la iglesia en la era actual, la apologética cristiana, etc.

La actitud del recién convertido

El recién convertido debe tener una actitud de anhelo por la palabra de Dios, y centrarse en temas fundamentales de la fe, para luego pasar a los más complejos, o bien, secundarios. Así lo declara el apóstol Pedro:

“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.” (1 Pedro 2:1-3)

Nótese que la leche que el nuevo converso debe desear es una leche no adulterada, es decir, que no admite elementos extraños, como lo son por ejemplo, las diversas interpretaciones bíblicas erradas.

Evitando la leche adulterada

Para beber leche no adulterada, la mejor recomendación que podría hacerle a un nuevo cristiano es que lo primero que debe leer es la Biblia, y ésta, con oración, y sin ideas preconcebidas. Primeramente leer la Biblia en toda su pureza, y luego otros libros de teología, opiniones de otras personas, Internet, etc.

Es relativamente fácil inducir a un individuo a creer lo que uno quiere que crea, aún con Biblia en mano, aunque aquella enseñanza esté alejada de la verdad. Muchas personas leen la Biblia por primera vez, pero con ideas preconcebidas que le harán leer “gato”, aún cuando sus ojos vean “perro”. De ésta manera puede entrar fácilmente la adulteración en la leche de los lactantes espirituales, los cuales se verán expuestos a crecer con serios problemas de salud, y eso es notable en la vida de muchos religiosos que viven en una mentira.

Por lo tanto, al leer la Biblia, lo mejor que podemos hacer es un “formateo” de nuestro entendimiento preconcebido de lo que vamos a leer, y disponernos para recibir puramente lo que viene de parte de Dios, pero eso sí, con oración para no caer en el truco de “la interpretación a mi manera”. Luego vendrán las consultas a otros medios, pero no antes.

¿Para quién es la leche espiritual?

Está claro que la leche espiritual es para los recién convertidos, para aquellos que requieren comprender las enseñanzas fundamentales de nuestra fe.

¿Para quién NO es la leche espiritual?

La leche es sólo para los que han nacido de nuevo. Los que aún no reciben a Cristo, o los que dicen ser cristianos pero aún siquiera se han bautizado, simplemente aún no existen como nueva criatura ni tienen fundamento sobre el cual edificar. Por lo tanto, la leche no es para los que no han nacido de nuevo.

Por otro lado, los cristianos que ya llevan tiempo en el Evangelio y que ya tienen el fundamento claro y establecido, para su crecimiento ya no pueden seguir bebiendo leche, sino que deben comer alimento sólido.

¿Cómo saber si somos capaces de participar del alimento sólido? Simplemente comprobando que tan sólido es nuestro fundamento y si en la práctica podemos soportar el rigor del alimento sólido. Hay muchos que no soportan una buena y fuerte predicación, con palabras directas y enseñanza sin temores. Aquellos no son aptos ni han alcanzado madurez.

El apóstol Pablo reprochó a los corintios por su incapacidad de recibir enseñanzas del tipo “alimento sólido”, pues ya llevaban mucho tiempo y se involucraban en peleas infantiles entre ellos. Así lo expresó:

“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?” (1 Corintios 3:1-4)

Si alguno lleva mucho tiempo en el evangelio, y aún no puede asimilar un buen plato de legumbres espirituales (como por ejemplo, el tema del ecumenismo), es considerado “inexperto en la palabra”, incapaz de discernir entre el bien y el mal:

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos 5:12-14)

Y es necesario que crezcamos, una vez teniendo claras las enseñanzas básicas, dejando de darnos vueltas en ello para avanzar en más temáticas:

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.” (Hebreos 6:1-2)

Problemas en el crecimiento

Pongámonos en el caso de padres; ahora ¿Qué pasaría con nosotros si vemos que han pasado cinco años y nuestro hijo sigue siendo un bebé? ¿Nos preocuparíamos? Claro que sí. De la misma manera debe preocuparnos si vemos que los miembros de la iglesia de Cristo presentan casos de anomalías en cuanto a crecimiento, pues, espiritualmente debemos vernos al espejo de la Palabra de Dios y darnos cuenta de nuestro tamaño real delante de Dios. ¿Hemos crecido?

Por otro lado, muchos crecen en altura, pero son raquíticos, espiritualmente hablando. Esto también es un problema clásico con los cristianos que pasan de la leche al alimento chatarra o light, en vez del sólido.

El deber del enseñador

Es importante la labor de la persona que le enseñe al recién convertido, pues éste necesita que alguno más experimentado le guíe por el evangelio, como una madre que da de amamantar a sus hijos. Primero es la leche, después el alimento sólido. Jamás se le debe dar a una persona inexperta alimento sólido que lo pueda hacer decaer, pues puede tener el mismo efecto que en un bebé que coma porotos.

El enseñador debe estar atento al crecimiento de su hijo espiritual, pues éste debe crecer y desarrollarse hasta que pueda valerse por sí mismo, o más bien dicho, hasta que sepa valerse exclusivamente de Dios.

Conclusión

Debemos hacer las cosas en orden. Primero, tomamos leche, y después dejamos la mamadera para comer alimento sólido. Si realizamos nuestra vida espiritual en éste orden, creceremos sanos y fuertes. Si no lo hacemos así, desarrollaremos problemas de trastornos en el crecimiento, y enfermedades espirituales que nos pueden dejar en el camino.

Cada uno debe analizarse en cuanto a su crecimiento espiritual, y revisar qué está comiendo, ya sea, leche, alimento sólido, chatarra, o light.

Pregunta al cierre: ¿Hemos crecido?

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Como cristianos, somos responsables de transmitir lo que de gracia nos fue dado: Las buenas noticias del Cristo (Evangelio). De buenas noticias hay muchas dentro del evangelio: El Dios sanador, de milagros, que ayuda, etc.… pero lo más importante, lo fundamental de la buena noticia es la salvación gratuita para los perdidos, esto es, la doctrina de la gracia y salvación.Por lo tanto, partiendo desde aquella enseñanza fundamental, podemos partir la construcción de un edificio espiritual, ya seamos nosotros mismos, u otros a los cuales les estemos compartiendo la palabra de Dios.

Sin embargo, al compartir la palabra de Dios a los perdidos, muchas veces partimos desde otras enseñanzas secundarias que son muy buenas y aún bíblicas, sin embargo, no fundamentales. Por ejemplo, enseñar sobre las profecías del último tiempo es algo apasionante y puede entusiasmar a más de alguno, sin embargo, si este individuo novato no tiene fundamento, su entusiasmo profético no pasará a ser más que conocimiento vano, y su vida no sufrirá conversión alguna, y por lo tanto, no será salvo.

Del mismo modo, llama la atención que en diversos grupos de jóvenes cristianos, se enseña mucho sobre cuestiones no fundamentales, dirigiendo exhortaciones hacia temas como el desarrollo personal, la autoestima, el noviazgo, el trato hacia los padres, etc. Y todas estas exhortaciones son muy válidas y útiles, sin embargo, no son un buen punto de partida para aquellos que aún no son salvos.

He podido observar que en los jóvenes que han recibido enseñanzas secundarias sin poseer fundamento alguno, aquellas enseñanzas no pasan de la teoría, ya que en la práctica no llegan a ser mejores hijos, estudiantes ni se logran valorar a sí mismos. El cristianismo les es algo desconocido y lo asimilan como una práctica llena de religiosidad. Es como que aquellas enseñanzas secundarias, al no tener un fundamento sobre las cuales reposar, caen en el olvido y nunca llegan a la práctica.

Y es que el apóstol Pablo nos exhorta con una analogía en donde nosotros somos como edificios de Dios, los cuales tenemos un fundamento sobre el cual empezamos a sobreedificar:

“edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Efesios 2:20-22)

“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1 Corintios 3:9-11)

Resultaría extraño ver a un maestro de la construcción tratando de colocar una ventana en el aire, o un techo sin que estén terminados los muros. Y no es que no importen las ventanas y el techo, pues ambos elementos deben estar presentes para que el edificio sea aprobado, sin embargo, no es lo primero que se debe construir. Primero se construye el fundamento, luego los muros, y finalmente las ventanas y el techo.

Así mismo, las enseñanzas secundarias como las profecías escatológicas, el misterio de la piedad, el desarrollo personal, etc., son importantes para los jóvenes, pero no se pueden realizar eficazmente sin contar primero con el fundamento de la enseñanza de la salvación.

Una persona salva es un terreno con fundamento, apto para la edificación. Pero una persona perdida, es un terreno sin fundamento, no apto para construcción, en la cual se debe cavar y trabajar para implantar un sólido fundamento.

Líder de jóvenes: ¿Estás enseñando bien? Pues sondea entre tus jóvenes y comprueba que tanto saben de la salvación. Una señal característica es el porcentaje de jóvenes bautizados en el grupo.

No pretendamos que un joven entienda aspectos como el misterio de la piedad, si ni siquiera se ha decidido a bautizarse, el primer paso práctico de todo salvo. La enseñanza debe realizarse en orden, empezando por lo primero, así como lo hizo Jesús mientras estuvo en esta tierra, en donde su primer mensaje a las multitudes fue: “…Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17)

Dios te bendiga

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No siento… ¿o no creo?

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Una de las frases que más he escuchado en muchas personas que asisten regularmente a iglesias evangélicas (por lo menos acá en Chile), es la típica “no siento”, seguida de una frase que da a entender que es lo que no sienten, por lo regular, un verbo.

Este dicho sentimental se presenta en las más variadas circunstancias, entre las cuales podríamos mencionar:

No siento de ir a predicar
No siento de ir a la iglesia
No siento de bautizarme
No siento de ofrendar
No siento de ir a visitar

¿Te imaginas que tu padre llegara a fin de mes a tu casa, con el dinero de la paga de su trabajo, y dijese: “No siento dar el dinero para mi familia, mejor lo gasto con mis amigos”?

¿Y que tal si tu jefe te pide que le entregues un informe de ventas del mes, y tú recostado sobre tu escritorio le dices muy tranquilamente: “Jefe, no siento hacer ese informe”?

¿O si tu profesor te pide que le entregues la tarea que acordaron entregar hoy, y le dices: “lo que pasa es que no sentí hacer mi tarea”?

Estas tres últimas situaciones tienen algo en común respecto a los primeros enunciados, y algo que las separa: Las últimas son semejantes a las primeras en lo absurdo y porque todas representan una evasión a una obligación; pero son distintas porque sólo las primeras ocurren en la vida real (¡salvo raras excepciones!).

Y es que ese es el punto: Muchas de las cosas sobre las cuales se dice “no siento…”, no son acciones optativas, sino obligatorias.

Es decir, en la Biblia encontramos mandamientos, los cuales deben ser cumplidos. De tratarse de asuntos optativos sujetos al sentir de cada cual, ya no serían mandamientos, sino consejos o sugerencias. Pero ese no es el caso.

Toda obligación incumplida tiene su consecuencia: El padre que no provee a su familia y se va a gastar el sustento familiar con sus amigos, armará un grave conflicto familiar y su eventual ruptura. El empleado que no cumple con entregar su informe por no sentir hacerlo, es despedido, y el alumno que no entrega su tarea es mal calificado.

Las cosas se hacen por obediencia a los mandatos de Dios, no por que a mi se me da la gana con un sentimiento antojadizo y demoníaco. Si en verdad hacemos las cosas “por amor a Dios”, pues debemos hacer lo que Él nos manda.

“Si me amáis, guardad mis mandamientos.” (Juan 14:15)

El sentir para hacer es algo que suena atractivo para muchos; la escena espectacular de un fuego ardiendo en el corazón y una voz atronadora que viene del cielo diciéndonos: “¡Anda a predicar!”, es algo que muchos esperan para obedecer.

Sin embargo, si queremos oír una voz espectacular, que mejor que la voz de Dios en la Biblia, la cual declara el mandamiento de ir a predicar (Marcos 16:15), de congregarse (Hebreos 10:25), de bautizarse (Marcos 16:16), de ofrendar (1 Corintios 16:1-4), de ir a visitar a los que se encuentran en necesidad (Mateo 25:43), etc.

Si eres de los que desde hoy vivirán un evangelio movido por convicciones más que por emociones, pues te felicito. Pero el que insiste en “no sentir”, pues vaya que sí va a sentir las llamas del infierno… pues en realidad, el problema no es que no sienta, sino que no cree a lo que Dios manda en la Biblia.

Dios te bendiga