Somos seres humanos con deseos y necesidades
que se transforman en peticiones para presentarlas a Dios en cada oración. Sabemos
que Dios nos escucha al momento de orar y que Él tiene el poder para oír esas oraciones,
y más aún, de conceder esas peticiones que vayan de acuerdo a su voluntad.
Esto es cierto, pero también hay que poner
atención a algunos otros aspectos para poder ver una petición concedida, y una
de esas claves está en el Salmo 37 versículo 4:
“Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Salmos 37:4)
Según este Salmo ¿Cómo Dios nos concederá las
peticiones de nuestro corazón? La respuesta es: deleitándonos en el Señor.
¿Qué significa “deleitarse en el Señor”?
Pues según el diccionario, “deleitarse” es
producir alegría o gozo, placer del ánimo. ¿Qué cosas te producen deleite? Piensa
en las cosas que más te gustan, como tu comida favorita, una piscina en verano,
o la compañía de esa persona tan especial para ti.
Entonces deleitarse en el Señor es alegrarse,
gozarse, encantarse, fascinarse por todo lo que es Dios. Significa disfrutar la
palabra de Dios, del estudio de la Biblia, de la oración, la alabanza, el
momento de congregarse y participar en el servicio de la iglesia, entre otras
cosas que tienen que ver con el Señor.
Cuando nos deleitamos en el Señor podemos estar
en una reunión de una iglesia con menos de diez hermanos, sin amplificación ni
hermanos que tocan instrumentos, con un predicador de cara poco amigable, al
cual poco se le entiende… sin embargo, aún así nos alegramos de estar ahí porque
sabemos que Dios también está presente, e incluso con un montón de necesidades,
descansamos en la voluntad del Señor.
¡Aburrido!
La iglesia, así como el evangelio, no es un
parque de diversiones. Sin embargo hacer ver el evangelio como algo rutinario y
aburrido es un error que nosotros mismos trasmitimos. El evangelio es vida, el
mensaje que predicamos es poder de Dios, y si estamos en la iglesia donde el
poder de Dios fluye a través de los cánticos de alabanza y a través de la
proclamación del evangelio ¿cómo podríamos aburrirnos? Así y todo podemos
darnos cuenta que muchas veces nos rodea el aburrimiento y la rutina como una
enfermedad infecciosa matando en nosotros el gozo en el Señor.
En los tiempos del Antiguo Testamento,
existieron sacerdotes que tenían el privilegio de servir ante el altar de Dios
y ministrar al pueblo. Sin embargo, muchos de ellos no valoraron este servicio y
en vez de deleitarse en el Señor, se aburrieron de lo que hacían. ¿Qué pasó?
Pasó que empezaron a servir a Dios, ya no como en sus inicios; ya no había
entusiasmo, más bien fastidio. Y empezaron a ofrecer un servicio cada vez más
mediocre, y sus ofrendas eran cada vez peores.
“Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová.” (Malaquías 1:13)
Que no nos invada la rutina, la religiosidad ni
el aburrimiento. Procuremos que el poder del evangelio nos llene de vida cada
día.
¿Deleitarme yo?
Otro enemigo del deleite en el Señor es ese
gran problema que estamos atravesando que no nos deja levantar cabeza, que nos
entristece y que carcome nuestras esperanzas. Cuando todo va bien, deleitarnos
o alegrarnos en Dios no es ninguna ciencia, pero cuando estamos en un mal
momento, se convierte en un gran desafío para el cristiano, el cual sin duda todos
hemos vivido o hemos de vivir.
Deleitarse en medio de la necesidad implica la
presencia de fe, confianza en Dios y en su voluntad. Si confiamos en él y
decidimos deleitarnos en él, las peticiones de nuestro corazón van bien
encaminadas.
Preguntas:
- ¿Te deleitas en la oración? ¿Te fascina o te aburre?
- ¿Te deleitas en el estudio de la palabra de Dios? ¿Te fascina o te aburre?
- ¿Te deleitas en la alabanza? ¿Te fascina o te aburre?
- ¿Te deleitas al ir a la iglesia? ¿Te fascina o te aburre?
- ¿Te deleitas al servir al Señor? (aseo, prédica, portero,…) ¿Te fascina o te aburre?
Si
no nos deleitamos, no viviremos un evangelio verdadero, por lo tanto:
- · Nuestras peticiones no serán concedidas.
- · Estaremos aburridos, amargados y tristes.
¿Quieres
que Dios te conceda las peticiones de tu corazón? Deléitate en el Señor, y él
lo hará.
Dios
te bendiga