Hay una frase que he escuchado bastante, y si bien es correcta en cierto sentido, se basa en una interpretación incorrecta, y la frase es: “¡el evangelio es dinamita pura!”.
¡Estoy muy de acuerdo con la frase en cuanto a que el evangelio es como dinamita para hacer pedazos todos los muros y cadenas de opresión del diablo! Algo así como una verdadera arma de destrucción masiva para el imperio del mal. Pero el error está cuando se interpreta esta frase etimológicamente en la biblia, es decir, cuando estudiamos el origen de la palabra “poder” en el texto bíblico que aparece en el primer capítulo del libro de Romanos, versículo 16, el cual dice así:
La palabra “poder” se traduce del griego “dumanis”, la cual dio origen a la palabra “dinamita”, razón por la cual muchos predicadores concluyen que el evangelio es dinamita, y de esa forma lo predican, con este argumento. La verdad, suena muy bien eso de predicar el evangelio como una dinamita, le da un toque atractivo, poderoso y a la vez expansivo; cualidades que cualquiera quisiera tener para sus ministerios, sobre todo cuando trabajamos con jóvenes. Por ello es natural entusiasmarse y hacer rápidamente esta asociación.
Pero debemos ser sinceros y correctos en la interpretación bíblica, y la verdad es que la dinamita como explosivo se inventó recién en el siglo XIX y resulta que el texto bíblico es del siglo I… naturalmente el apóstol Pablo no estaba pensando en la dinamita, pues todavía no existía, y por lo tanto nosotros tampoco deberíamos hacerlo. También debemos considerar que los cristianos durante dieciocho siglos jamás supieron nada de la dinamita, por lo tanto nunca predicaron que “¡el evangelio es dinamita!” ni tampoco lo aplicaron como eslogans en sus ministerios evangelísticos.
Interpretar este texto bíblico dándole el sentido de que el evangelio es dinamita es lo que se llama un “anacronismo”, es decir, algo que no se corresponde con la época a la que se hace referencia. Otro ejemplo de anacronismo semántico sería tomar la palabra “carro” de Hechos 8:38 (cuando Felipe descendió junto al eunuco y le bautizó), tomando la frase “y mandó parar el carro” y predicando que Felipe y el eunuco andaban en un automóvil deportivo cero kilómetros, porque un carro para muchos países americanos en nuestros tiempos es un automóvil.
De este modo, si las cosas fuesen así, entonces para Pablo el evangelio sería dinamita de la misma manera que para Felipe el carro sería un automóvil. Evidentemente esto no corresponde a la realidad bíblica.
Por lo tanto, la dinamita no es lo más adecuado para asociarlo al evangelio, sino que debemos apegarnos al sentido original del texto, y esto es ni más ni menos que ¡poder de Dios!
¿Y qué importancia puede tener todo esto? A la verdad, no importa mucho si alguien interpreta la palabra “poder” como dinamita, porque en cierto sentido es real, así que ¿qué más da? Bueno, la importancia de todo esto radica en que aprendamos a no caer en ningún error de interpretación bíblica, sobre todo con cosas de mayor peso doctrinal. El caso de “dunamis” es sólo un ejemplo, quizá pudiera ser “la punta del iceberg”, pues de seguro hay errores de interpretación con cosas que sí son de mucha importancia, y por ello debemos estar atentos al cómo aplicamos la Biblia cuando predicamos o definimos una doctrina.
Dios te bendiga
¡Estoy muy de acuerdo con la frase en cuanto a que el evangelio es como dinamita para hacer pedazos todos los muros y cadenas de opresión del diablo! Algo así como una verdadera arma de destrucción masiva para el imperio del mal. Pero el error está cuando se interpreta esta frase etimológicamente en la biblia, es decir, cuando estudiamos el origen de la palabra “poder” en el texto bíblico que aparece en el primer capítulo del libro de Romanos, versículo 16, el cual dice así:
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1:16)
La palabra “poder” se traduce del griego “dumanis”, la cual dio origen a la palabra “dinamita”, razón por la cual muchos predicadores concluyen que el evangelio es dinamita, y de esa forma lo predican, con este argumento. La verdad, suena muy bien eso de predicar el evangelio como una dinamita, le da un toque atractivo, poderoso y a la vez expansivo; cualidades que cualquiera quisiera tener para sus ministerios, sobre todo cuando trabajamos con jóvenes. Por ello es natural entusiasmarse y hacer rápidamente esta asociación.
Pero debemos ser sinceros y correctos en la interpretación bíblica, y la verdad es que la dinamita como explosivo se inventó recién en el siglo XIX y resulta que el texto bíblico es del siglo I… naturalmente el apóstol Pablo no estaba pensando en la dinamita, pues todavía no existía, y por lo tanto nosotros tampoco deberíamos hacerlo. También debemos considerar que los cristianos durante dieciocho siglos jamás supieron nada de la dinamita, por lo tanto nunca predicaron que “¡el evangelio es dinamita!” ni tampoco lo aplicaron como eslogans en sus ministerios evangelísticos.
Interpretar este texto bíblico dándole el sentido de que el evangelio es dinamita es lo que se llama un “anacronismo”, es decir, algo que no se corresponde con la época a la que se hace referencia. Otro ejemplo de anacronismo semántico sería tomar la palabra “carro” de Hechos 8:38 (cuando Felipe descendió junto al eunuco y le bautizó), tomando la frase “y mandó parar el carro” y predicando que Felipe y el eunuco andaban en un automóvil deportivo cero kilómetros, porque un carro para muchos países americanos en nuestros tiempos es un automóvil.
De este modo, si las cosas fuesen así, entonces para Pablo el evangelio sería dinamita de la misma manera que para Felipe el carro sería un automóvil. Evidentemente esto no corresponde a la realidad bíblica.
Por lo tanto, la dinamita no es lo más adecuado para asociarlo al evangelio, sino que debemos apegarnos al sentido original del texto, y esto es ni más ni menos que ¡poder de Dios!
¿Y qué importancia puede tener todo esto? A la verdad, no importa mucho si alguien interpreta la palabra “poder” como dinamita, porque en cierto sentido es real, así que ¿qué más da? Bueno, la importancia de todo esto radica en que aprendamos a no caer en ningún error de interpretación bíblica, sobre todo con cosas de mayor peso doctrinal. El caso de “dunamis” es sólo un ejemplo, quizá pudiera ser “la punta del iceberg”, pues de seguro hay errores de interpretación con cosas que sí son de mucha importancia, y por ello debemos estar atentos al cómo aplicamos la Biblia cuando predicamos o definimos una doctrina.
Dios te bendiga