Un dogma se puede definir como una doctrina declarada como cierta e indudable, es decir, no admite cuestionamientos ni explicaciones sobre su veracidad.
Hoy en día, existen muchas enseñanzas rondando por diversas congregaciones que tienen poco de bíblico. Comprobamos el cómo una gran variedad de frases han salido por púlpitos, afirmando que son bíblicas, cuando realmente no lo son.
Para tener una pureza doctrinal delante de Dios, creo que es imprescindible el cuestionamiento de todas las cosas que involucran nuestras creencias, es decir, hacernos la pregunta ¿Esto es bíblico? ¿Es de Dios? ¿Por qué?
Cuando nos atrevemos a dudar sobre alguna enseñanza que alguna vez nos dieron, y confrontar con la Biblia dichas enseñanzas, nos encontraremos con diferentes reacciones entre nuestros consiervos: unos reaccionarán a la defensiva, y otros, con mansedumbre y buena voluntad.
Resulta que muchos han tendido a tomar la primera postura, esto es, a la defensiva contra todo aquel que se atreva a preguntar, cuestionar o dudar sobre determinada enseñanza.
Al que pregunta y se atreve a cuestionar una doctrina dogmática se le tiene como a un endemoniado, como a alguien que se dejó arrastrar por vientos de doctrina diversos, por escuchar muchos predicadores de la radio, por estar metido en Internet, por no orar, etc.
Hemos vuelto a los tiempos de la inquisición católica romana, pero en las esferas del cristianismo evangélico.
¿Por qué algunos no son capaces de responder a cuestionamientos con sabiduría y mansedumbre? Pueden haber diversos motivos, pero creo que el mayor es el temor (no el temor de Jehová), el miedo a ser confrontado con su ignorancia en cuanto a su solidez bíblica… en definitiva… el temor a ser descubiertos en una doctrina equivocada; el temor a tener que reconocer que predicaron durante años algo errado.
Por poner un ejemplo, veamos lo que pasa con la doctrina de la Trinidad. Es cosa de darse vuelta por algunos foros y darse cuenta que cuando alguno pregunta sobre este tema, el foro se vuelve en un tribunal inquisidor. También ocurre con los que profesan el unicitarismo, con los dualistas, etc, etc. Son muy pocos los que son capaces de responder con mansedumbre y sin menospreciar a nadie.
La Biblia es clara en cuanto a cual debe ser nuestra actitud hacia las personas que dudan sobre alguna cosa, pues ¿qué dice Judas 1:22? A algunos que dudan.. ¿condenarlos? (“demonio tiene”) ¿reprenderlos? (“¡Arrepiéntete de tu duda!”) ¿ungirlos? (así le saldrá el demonio preguntón) ¿orar por ellos? (“Pobre de ti”) ¿menospreciarlos? (“No se te ha revelado como a mi”) ¿mandarlos a orar? (“Yo no te tengo que responder, pídeselo a Dios”)
¡NO! La respuesta correcta es: ¡convecedlos!
Pero claro, para convencer a alguien, se debe tener argumentos… para tener argumentos se debe leer la Biblia, para entender la Biblia se debe orar… y lo más fácil para muchos es condenar al preguntón, y de esa manera sofocará todo intento de rebelión de estudio bíblico entre el pueblo.
Y la Biblia nos manda a que debemos estar preparados para responder a cada cuestionamiento con razones:
Nótese que las “razones” no son del tipo “yo siento”, o “yo soñé”, “me fue revelado”, etc. Las razones son argumentos bíblicos. Y si a eso le añadimos la mansedumbre y reverencia…. ¡Vaya que son pocos los siervos de Dios!
Entonces, los argumentos van con razones. Sin razones, no se pueden responder preguntas, y sin responder preguntas, no se convence a los que dudan.
Por lo menos yo en este año me he visto en la necesidad de poner temas que son controversiales, pero necesarios para una verdadera sana doctrina. Muchos se lo van a tomar a mal (espero que no), pero a todos mis amigos les pido que me comprendan en cuanto a esto, y que ante toda pregunta o tema sensible, reconozcamos siempre la verdadera respuesta de Dios en la Biblia.
Dios te bendiga
Hoy en día, existen muchas enseñanzas rondando por diversas congregaciones que tienen poco de bíblico. Comprobamos el cómo una gran variedad de frases han salido por púlpitos, afirmando que son bíblicas, cuando realmente no lo son.
Para tener una pureza doctrinal delante de Dios, creo que es imprescindible el cuestionamiento de todas las cosas que involucran nuestras creencias, es decir, hacernos la pregunta ¿Esto es bíblico? ¿Es de Dios? ¿Por qué?
Cuando nos atrevemos a dudar sobre alguna enseñanza que alguna vez nos dieron, y confrontar con la Biblia dichas enseñanzas, nos encontraremos con diferentes reacciones entre nuestros consiervos: unos reaccionarán a la defensiva, y otros, con mansedumbre y buena voluntad.
Resulta que muchos han tendido a tomar la primera postura, esto es, a la defensiva contra todo aquel que se atreva a preguntar, cuestionar o dudar sobre determinada enseñanza.
Al que pregunta y se atreve a cuestionar una doctrina dogmática se le tiene como a un endemoniado, como a alguien que se dejó arrastrar por vientos de doctrina diversos, por escuchar muchos predicadores de la radio, por estar metido en Internet, por no orar, etc.
Hemos vuelto a los tiempos de la inquisición católica romana, pero en las esferas del cristianismo evangélico.
¿Por qué algunos no son capaces de responder a cuestionamientos con sabiduría y mansedumbre? Pueden haber diversos motivos, pero creo que el mayor es el temor (no el temor de Jehová), el miedo a ser confrontado con su ignorancia en cuanto a su solidez bíblica… en definitiva… el temor a ser descubiertos en una doctrina equivocada; el temor a tener que reconocer que predicaron durante años algo errado.
Por poner un ejemplo, veamos lo que pasa con la doctrina de la Trinidad. Es cosa de darse vuelta por algunos foros y darse cuenta que cuando alguno pregunta sobre este tema, el foro se vuelve en un tribunal inquisidor. También ocurre con los que profesan el unicitarismo, con los dualistas, etc, etc. Son muy pocos los que son capaces de responder con mansedumbre y sin menospreciar a nadie.
La Biblia es clara en cuanto a cual debe ser nuestra actitud hacia las personas que dudan sobre alguna cosa, pues ¿qué dice Judas 1:22? A algunos que dudan.. ¿condenarlos? (“demonio tiene”) ¿reprenderlos? (“¡Arrepiéntete de tu duda!”) ¿ungirlos? (así le saldrá el demonio preguntón) ¿orar por ellos? (“Pobre de ti”) ¿menospreciarlos? (“No se te ha revelado como a mi”) ¿mandarlos a orar? (“Yo no te tengo que responder, pídeselo a Dios”)
¡NO! La respuesta correcta es: ¡convecedlos!
“A algunos que dudan, convencedlos.” (Judas 1:22)
Pero claro, para convencer a alguien, se debe tener argumentos… para tener argumentos se debe leer la Biblia, para entender la Biblia se debe orar… y lo más fácil para muchos es condenar al preguntón, y de esa manera sofocará todo intento de rebelión de estudio bíblico entre el pueblo.
Y la Biblia nos manda a que debemos estar preparados para responder a cada cuestionamiento con razones:
“… estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;” (1 Pedro 3:15)
Nótese que las “razones” no son del tipo “yo siento”, o “yo soñé”, “me fue revelado”, etc. Las razones son argumentos bíblicos. Y si a eso le añadimos la mansedumbre y reverencia…. ¡Vaya que son pocos los siervos de Dios!
Entonces, los argumentos van con razones. Sin razones, no se pueden responder preguntas, y sin responder preguntas, no se convence a los que dudan.
¿Qué harás tú con los que dudan?
Por lo menos yo en este año me he visto en la necesidad de poner temas que son controversiales, pero necesarios para una verdadera sana doctrina. Muchos se lo van a tomar a mal (espero que no), pero a todos mis amigos les pido que me comprendan en cuanto a esto, y que ante toda pregunta o tema sensible, reconozcamos siempre la verdadera respuesta de Dios en la Biblia.
Dios te bendiga